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Hoy empezaremos el estudio de la Encarnación de JESUCRISTO; Por mucho, este es el milagro más grande que la humanidad y la naturaleza pudo contemplar, el hecho mas representativo del inmenso poder y amor de Dios, ningún otro milagro puede asemejarse al hecho de que, el inconmensurable e incontenible Dios creador de TODO, se redujo a si mismo para caber en un ser humano.
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Al considerar la encarnación de nuestro Señor JESUCRISTO, debemos de admitir dos verdades fundamentales:
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1) Cristo fue al mismo tiempo, y en un sentido totalmente absoluto; verdadero Dios y verdadero hombre;
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2) Jesús al hacerse carne, se despojo a si mismo de su Gloria y Majestad como Dios, aunque en ningún sentido dejó a un lado su deidad. En su encarnación Él retuvo cada atributo esencial de su deidad. Su total deidad y completa humanidad son esenciales para su obra en la cruz. Si Él no hubiera sido hombre, no podría haber muerto; si Él no hubiera sido Dios, su muerte no hubiera tenido tan infinito valor, no hubiera servido para salvarnos.
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El Apóstol Juan declara:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1 RV)
Cristo, quien era uno con Dios y quien era Dios desde la eternidad hasta la eternidad, se hizo carne y habitó entre nosotros:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14RV).
San Pablo asimismo declara que Cristo, quien era en forma de Dios, tomó sobre sí mismo la semejanza de hombres:
“quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (Filipenses 2:6-7 NVI)
Dios se manifestó físicamente en carne y hueso, para que le pidieran ver y tocar:
”No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe: Él se manifestó como hombre” (1 Timoteo 3:16 NVI)
Y Jesús, quien fue la total revelación de la gloria de Dios, fue la exacta imagen de su persona:
“El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa”. (Hebreos 1:3 NVI).
San Lucas, en más amplios detalles, presenta el hecho histórico de su encarnación, así como el de su concepción:
“Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen? Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:30-35 LBLA)
Y de su nacimiento:
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“Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. (Lucas 2:6-7 LBLA)
La Biblia presenta muchos contrastes, pero ninguno más sorprendente que aquel, en el que Jesucristo en su persona es al mismo tiempo el verdadero y único Dios y el verdadero hombre. Las ilustraciones de estos contrastes en las Escrituras son muchas; aquí solo unos ejemplos:
Jesús estuvo cansado:
“Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo”. (Juan. 4:6 LBLA);
Pero Jesús ofreció descanso a los que estuvieran trabajados y cargados:
“Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28);
Jesús tuvo hambre:
“Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre.” (Mateo 4:2);
Pero Jesús es “el pan de vida”:
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed” (Juan 6:35);
Jesús tuvo sed:
“Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed” (Juan 19:28);
Y Jesús es el agua de vida:
“Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba”. (Juan 7:37);
Jesús estuvo en agonía:
“Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra”. (Lucas 22:44);
Y Jesús curó toda clase de enfermedades y alivió todo dolor.
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Jesús ha existido desde la eternidad:
“Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy.” (Juan 8:58);
Jesús creció «en edad» como crecen todos los hombres:
“Y el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre El.” (Lucas 2:40);
Jesús sufrió la tentación:
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo”. (Mateo 4:1);
Y Jesús como Dios, no podía ser tentado.
Jesús se limitó a sí mismo en su conocimiento:
“Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52);
Aun cuando Él es la sabiduría misma de Dios.
Continuaremos mañana…