PERDONA, PORQUE DIOS TE PERDONÓ

Lunes 24 de junio del 2024

“Sed bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándoos unos a otros, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo”.  Efesios 4:32 


Todos sufriremos daños y heridas en esta vida. Muchas veces seremos lastimados intencionalmente con lo que la gente dice de nosotros y por lo que nos hacen. De hecho, cada vez que leemos la palabra “perdón”, instantáneamente recordamos ciertos dolores, heridas y problemas de nuestro pasado. Los recuerdos aún están frescos, vivitos y a todo color porque nos hirieron muy profundamente.

Debido a lo profundo que hemos sido heridos, es difícil considerar perdonar a los perpetradores. Pero la Biblia nos da una razón muy importante por la que debemos perdonar.

Perdonamos a los demás porque Dios nos perdonó a nosotros.


La Biblia dice en Efesios 4:32: “Sed bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándoos unos a otros, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo”. Cuando piensas en cuánto te ha perdonado el Señor, eso hará que seas más indulgente y perdonador con aquellos que te han lastimado.



Lo opuesto también es cierto. Si de corazón no te sientes perdonado, en serio que te resultará muy, muy difícil perdonar a los demás. Si normalmente te resulta difícil perdonar a los demás, es muy posible que tú mismo no te sientas realmente perdonado. No podemos dar, lo que no tenemos.

Piénsalo de esta manera: Dios ha borrado completamente tu pecado debido a lo que Jesucristo hizo en la cruz. Todas las cosas por las que mereces morir eternamente, ya han sido eliminadas porque Dios te ha perdonado. Encarna hasta lo más profundo de tu ser esta afirmación, y te resultará cada vez más difícil guardar rencor hacia otra persona.


Recuerda esto: No importa lo que alguien te haga, nunca tendrás que perdonar a otra persona, más de lo que Dios ya te ha perdonado a ti.

Aferrarse al dolor, resentimiento y amargura (que es lo que sucede cuando te niegas a perdonar) causará mucho estrés, agotamiento y daño a tu salud. Pero cuando perdonas porque tú mismo ya fuiste perdonado, tu dolor será reemplazado por la paz y el descanso de Dios en tu vida.

El perdonar es una decisión que tú tomas, independientemente de si la persona a la que perdonas lo merece o no. El perdonar no es minimizar la ofensa, barrerla debajo de la alfombra, negarla o racionalizarla. Sí, fuiste herido y dañado, y el agresor ni se arrepiente ni siente remordimiento, e incluso, puede seguir dañando a alguien más.

Pero el PERDÓN sólo tiene que ver contigo, con tu mente, alma y corazón, y finalmente con tu salud espiritual. Tu agresor, sin lugar a dudas tendrá que rendirle cuenta a nuestro Dios, en el juicio del Gran Trono Blanco (Apoc. 20:11-15), donde por sus actos, será sentenciado a la muerte eterna alejado de Dios por toda la eternidad. 

Ah, y algo importante de aclarar: Las personas no se van a la muerte eterna por sus pecados,  porque de ser así, tooodos terminaríamos ahí. La muerte eterna, alejados de Dios nuestro Señor, será solo para aquellos que no se hayan arrepentido y aceptado a Jesucristo como su Salvador y Señor de sus vidas.  

   

MEDITA PROFUNDAMENTE EN ESTO:

  • Cuando piensas en el perdón, ¿quién viene a tu mente? Es alguien a quien necesitas perdonar, ¿qué harás ahora?
  • ¿Crees que perdonar significa que tienes que olvidar lo que te pasó? 
  • ¿Cómo puedes expresar hoy tu agradecimiento a Dios por su perdón?


¿Dónde pasarás la eternidad?


Tus pecados te separan de Dios. Y es sólo la gracia de Dios la que te permite volver a tener una relación correcta con Él.

La Biblia dice: “Por gracia sois salvos mediante la fe, y esto no de vosotros, sino don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).



Si estás listo para hacer las paces con tu Creador, entonces haz esta sencilla oración:



“Señor Jesús, no quiero que mi pecado me separe más de ti. Has prometido que si creo en ti, todo lo que he hecho mal, me será perdonado, aprenderé el propósito de mi vida y algún día iré a tu hogar eterno en el Cielo.


“Confieso mi pecado y creo que tú eres mi Salvador. Has prometido que si confieso mi pecado y confío en ti, seré salvo. Te creo cuando dices que la salvación viene por gracia, a través de la fe, y no por algo que yo compre o haga. Te recibo en mi vida como mi Señor. Hoy, entrego cada parte de mi vida.


“Quiero y acepto vivir de la forma en que tú planeaste que viviera, y usar el resto de mi vida para servirte a ti en lugar de servirme a mí mismo. Te entrego mi vida y te pido que me salves y me aceptes en tu familia. En el nombre de Jesús te lo pido… Amén.»

“AUNQUE JOVEN E INEXPERTO, ÚTIL PARA EL SEÑOR”

Junio 24 del 2024


Uno de los milagros más conocidos del Señor Jesús, es el de la alimentación de más de cinco mil personas.

“Enseguida Jesús vio que una gran multitud venía a su encuentro. Dirigiéndose a Felipe, le preguntó:

—¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta gente?Juan 6:5

Cómo es la costumbre del Señor, usa cosas sencillas para darnos una gran lección: «Su poder se perfecciona en nuestra debilidad».

“Lo estaba poniendo a prueba, porque Jesús ya sabía lo que iba a hacer.” Juan 6:6

Los discípulos del Señor eran personas jóvenes, y algunos con cierta experiencia en la vida. Pero, en esta ocasión para la realización de un milagro tan grande, no los usaría, porque ellos mismos se reconocieron como insuficientes e incompetentes.


“Felipe contestó: —¡Aunque trabajáramos meses enteros, no tendríamos el dinero suficiente para alimentar a toda esta gente!” Juan 6:7


Felipe, ante un reto tan grande para dar de comer a más de cinco mil personas, piensa en una solución desde una perspectiva muy humana, la de sus propios recursos y experiencia. Pero es precisamente Andrés, quien desde su juventud y la falta de experiencia de una persona joven, comenta:


“Entonces habló Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. ¿Pero de qué sirven ante esta enorme multitud?»” Juan 6:8-9

Frecuentemente en las organizaciones ante las grandes necesidades y retos, menospreciamos a los jóvenes inexpertos. En este relato del Evangelio, “un muchacho” será usado por el Señor para realizar uno de los milagros que más identificarán el poder de Jesucristo.


“Jesús dijo: «Díganles a todos que se sienten». Así que todos se sentaron sobre la hierba, en las laderas. (Solo contando a los hombres sumaban alrededor de cinco mil)»Juan 6:10

El Señor como era su costumbre, da instrucciones para dar de comer. Mandar recostar a la gente era común pues era la forma en que se acostumbraba comer y más en el campo sin facilidades para ello. Es decir esta orden en labios de Jesús, significaba, “siéntense a la mesa que les voy a servir“, o como el Señor, cuando estando parados frente al Mar Rojo le dijo a Moisés, «di al pueblo que marche».


“Luego Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y los distribuyó entre la gente. Después hizo lo mismo con los pescados. Y todos comieron cuanto quisieron. ” Juan 6:11

El Señor Jesús no sólo multiplicó el pan y los peces, sino sobreabundó, sobraron tantos “panes y pescados”, como muestra que el Señor cuando bendice, no es escaso, siempre da de más para que sobre. «Cuando el Señor da, hasta los costales presta»


“Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada».” Juan 6:12

El Señor ve mucho más allá de tu angustiante situación. Cuando estas en profunda necesidad, en tu mente solo está el suplirla, y no pasa por tu mente a quién podrías bendecir una vez que estés satisfecho. Pero nuestro Señor sí lo está contemplando, por lo que te bendecirá mucho más de lo que necesitabas o imaginabas, porque Él cuenta con tu disposición y corazón para ayudar a los que sepas que necesitan ayuda.

Este milagro muestra que el poder y la misericordia del Señor no tiene comparación, y muchos hemos sido testigos de que, cuando recibimos las bendiciones del Señor con agradecimiento, nos las da en abundancia. Pero en esta ocasión quisiera enfocarme en lo que Dios puede lograr con un corazón como el de «un muchacho».


Un muchacho, en manos del Señor, llegó a ser rey (David), un joven en manos de Dios, llegó a ser segundo de Faraón (José), y un muchacho como Timoteo fue maestro y líder de la primera congregación en Éfeso, de más de tres mil personas (1 Timoteo 1:3). Hoy el Señor nos enseña a valorar más a nuestros jóvenes, pues si se instruyen en la Palabra del Señor y se dejan guiar por el Espíritu Santo, sus palabras serán más acertadas que las de los sabios experimentados; y al mismo tiempo, Pablo les escribe a los “muchachos”:

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. 1 Timoteo 4:12

En pocas palabras Pablo le dice a Timoteo: «predica con tu forma de vida, y no solo con tus sermones». Porque el Señor ama a los que desde adolescentes le buscan y encuentran la sabiduría en la Palabra de Dios, y siguen la dirección del Espíritu Santo.

Buenos días