“ESPERANCITA”

“ESPERANCITA”

Diciembre 13 del 2020

Con el repunte de la pandemia, muchos se han derrumbado. Teníamos la “esperanza” de que para estas fechas ya estuviera superada la pandemia, pero, está peor. Permanecer en casa, aún con todas las “comodidades” y comunicaciones, cada día se pone más dificil. Aún así, hay personas que se encuentran en peores condiciones. Los orfanatos y casas de reposo, no pueden recibir visitas de gente ajena al lugar.
“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él”. Lucas 2:25

Es el caso de Esperancita, una dulce anciana, cuya mente ya no es tan lúcida. No le pueden explicar bien a bien, qué sucede, simplemente le dicen que: espere. En estos días el asilo donde vive les comento que escribieran una carta para pedirle algo a las personas que ofendan a ese lugar y cuándo cambiáran las condiciones del Covid19, se las llevarían. Los ancianos, escribieron sus deseos de cosas materiales, como otra bella viejecita, que pidió tener un vestido de XV años que nunca le celebraron, otro viejito pidió unas pantuflas calientitas, uno más pidió ayuda para su operación de la vista. Pero, el mensaje más impactante fue el de Esperancita:

“Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor”. Lucas 2:26

La dulce anciana pidió en su carta que pudiera saber de su hijo. Ese joven granuja que ingresó a su madre para dedicarse a vivir en francachelas y maldades. Los directivos no pudieron ocultar sus rostros de preocupación y de ternura por Esperancita. Era prácticamente imposible que sucediera. Pero como buena cristiana, ella hizo honor a su nombre y tuvo fe y “esperó”.

“Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación”. Lucas 2:27 a 30

Hace unos días, el hijo de Esperancita, llegó a tocar el portón de la casa hogar. Todos se extrañaron y le indicaron que por el momento no podía visitar a su mamá por la pandemia, el muchacho dijo que estaba bien y que dejaba un sobre en el buzón. Pero, Esperancita, no pudo contenerse y detrás del portón le gritó a su hijo: -¡Hijo! ¿Eres tú? Y el joven entre sollozos le respondió que sí. Que solo quería que supiera que había recibido a Jesús como su único y suficiente salvador, y que dejaba en el sobre las mensualidades atrasadas del pago de su manutención y un poquito más.

Nosotros no somos los únicos que esperamos la salvación de este virus. Pero, la salvación de nuestra alma, ya está disponible, como en el caso de “Esperancita” o de “Simeon”. Hoy más que nunca está más cerca. Jesús vino a nacer al portal de Belén, para redimirnos del pecado y de la muerte y cuando tenemos fe en Él, podemos esperar mucho más, como Esperancita que esperaba a su hijo, y el Señor se lo devolvió sano y “salvo”. Hoy es domingo, hoy nos reunimos virtualmente todos los que tenemos fe en Jesucristo y hoy puede el Señor llegar a su vida

“…Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. Hechos 1:11

Buenos días

J. L. R.