“ALABAR EN SU SANTUARIO”

“ALABAR EN SU SANTUARIO”

Octubre 4 del 2020

Un domingo más sin poder reunirnos. La pandemia no cesa y la ciencia titubea para poder controlar el virus. Francamente extrañamos las reuniones dónde podíamos alabar y adorar a nuestro Señor, a todo pulmón. Juntos todos escuchábamos testimonios y por supuesto escuchábamos la Palabra de nuestro Salvador.

“Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento”. Salmo 150:1

Leyendo el versículo anterior, con desesperación y angustia, podría causarnos una falsa apreciación de la realidad. Pues pareciera que debemos de reunirnos en el edificio de la iglesia como un acto de fe y reverencia al Señor. Pero, no es así. Primero, debemos leer analizando, palabra por palabra, gozándonos de tener esa posibilidad junto con el Espíritu Santo, quien es nuestro consolador y maestro, veamos:

Literalmente la orden dice que alabemos al Señor en su “santuario”. Está palabra tiene como sinónimo templo y en los últimos años se refiere al edificio de la iglesia, sin embargo, la propia Biblia es el mejor comentario de ella misma, porque la Escritura también dice:

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”. 1 Corintios 3:16

Claro, porque también otro versículo señala que:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas”. Hechos 17:24

¡Por supuesto! Si nuestro cuerpo es “templo” del Espíritu Santo y habita en nosotros tiene lógica, porque ¿Quien “hizo” al ser humano? ¿No somos su creación más amada del Señor? Luego el Salmo 150:1, se puede entender mejor.

La petición del Señor es que lo alabemos, en su santuario. En el cuerpo que el nos dio, porque tomo del polvo para hacernos a su imagen y semejanza. ¿Podría haber “construcción” más hermosa? No hay iglesia colonial del siglo XVI, que se compare a la creación del Señor, ni templo prehispánico, ni edificio de arquitectura modernista que se asemeje a la perfección de nuestro cuerpo, por ello como todo “santuario” debemos mantenerlo limpio, digno, pero, sobre todo Santo, porque cuando Jesús entró a nuestro corazón el Espíritu Santo vive en nosotros.

Ahora sí, bien podemos alabar sin tristeza ni nostalgia a nuestro Señor y Salvador porque somos su santuario. Tomemos nuestros dispositivos electrónicos y “reunámonos” en espíritu y verdad para alabar a Dios en su santuario. Eso nada ni nadie lo puede impedir. Por ello el Salmo termina:

“Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya”. Salmo 150:6

Si hoy el Señor le dio un día más y puede respirar lo invito a alabarle en su santuario.

Buenos días

J. L. R.